Las relaciones que se establecen entre las familias y las escuelas son, al menos, complejas. La cotidianidad de esta temática suele ser, muy frecuentemente, fuente de interrogantes y cuestionamientos, fuente de tensiones para los educadores, más que situaciones que integran y potencian la tarea institucional. Familia y escuela: el singular en el que solemos nombrar a estas instituciones confunde y nos impide pensar la heterogeneidad que oculta cada una de ellas, escribe en estas páginas María Rosa Neufeld. Y nos pone en la necesidad de explorar estas relaciones en diversos territorios y desde diversas perspectivas, en las que lo singular y lo social, lo subjetivo y lo institucional, lo imaginario y la realidad tengan su lugar; en el que saber y poder se encuentren en los contextos específicos y generales que los condicionan. Las escuelas tienen la posibilidad de regenerar ese espacio siempre por definir de la participación de las familias.