La aparición de la figura de Shirley Mac Lean en la vida del autor, no responde a una casualidad; creo que sus trabajos previos constituyen unas «crónicas de un encuentro anunciado», tanto por la continuidad que mantiene en todos sus relatos como por el aviso que nos hace en su último libro Pequeñas Narraciones ; selecciono literalmente el siguiente fragmento: «Pues bien, todo este proceso de vida personal va unido a una actitud que sale de mi propio mundo interior… Esta estructura me va a permitir afrontar de una manera optimista o pesimista la etapa cumbre de mi existencia en la tercera edad que ahora puedo disfrutar o puedo sufrir, dependiendo de cómo haya construido yo mismo esta historia personal.» Aunque ya nos había adelantado algunos de sus retos, todos nos sorprendemos cuando, rebuscando en la «vida», se presenta con una persona que ya se había ido oficialmente de ésta, y de pronto sus lectores, de la mano de Shirley, empezamos a co-construir su historia, a la vez que nos desprendemos de casi todas las cosas superfluas que nos rodean y vamos viendo con otra dimensión todo lo que la naturaleza pone cotidianamente a nuestro alcance. Con su lema «paciencia y constancia, sin perder la alegría de vivir» recibimos una lección sobre la vida; parece como si nos pusiera unas lentes que sólo nos permitiera ver las cosas positivas que nos rodean. Nos enseña a mirar al futuro, a observar a la vida sorteando un problema de tal magnitud que, probablemente, a todos nos provocaría una ceguera.