Mini quiere mucho a su hermano Moritz, a pesar de que él siempre se mete con ella y la llama larguirucha y superlarga. Un día, en el colegio, Moritz es acusado de haber robado el billetero que se le cae del bolsillo de la cazadora. Moritz asegura que no lo ha robado, pero, salvo Mini, nadie le cree. Entonces, Mini, ayudada por su amiga Maxi, se propone demostrar que él no ha sido el ladrón. Así descubre que el niño que perdió el billetero acude al mismo dentista al que va habitualmente su hermano. Y que en una de las visitas intercambiaron, sin darse cuenta, las cazadoras vaqueras. Moritz todavía tiene en casa la del otro y, lógicamente, de allí salió el billetero. Por fin, todo queda aclarado. Sus padres le piden perdón a Moritz por no haberle creído. Y Moritz da las gracias a Mini.