A Marcos le gusta mucho jugar con sus amigos en la plaza y salir a montar en bicicleta, pero sus padres no le dejan porque tienen miedo de que le pase algo. Como no le dejan salir de casa, inventa juegos en su cuarto, pero sus padres también lo consideran peligroso. Lo único que le permiten hacer es sentarse delante de la televisión quieto y sin hacer ruido. Marcos está tanto tiempo así, que se convierte en un muñeco, un muñeco vivo, pues su corazón sigue latiendo. Sus padres están muy contentos porque ahora Marcos no corre ningún peligro. Un día reciben la visita de Lucía, una prima del niño que, al ver la situación, decide llamar al abuelo. Éste va al día siguiente a casa de Marcos. Hace recordar a los padres cómo eran ellos de niños y consigue que Marcos vuelva a ser un niño normal. Sus padres, por fin, comprenden que su hijo es un niño, no un muñeco, y que deben tratarlo como tal.