¿Cuántos falsos debates políticos se han venido planteando tanto en Europa como, más aún, en América Latina en las dos últimas décadas? ¿Cuántos conceptos espurios movilizan peligrosamente casi toda nuestra atención y nos despolitizan? La definición de las agendas, la construcción y difusión de conceptos, la articulación política, es decir, la capacidad de comprender la realidad y de construir lo cotidiano desde el dominio del lenguaje y la propuesta de futuros, ¿sigue perteneciendo al ciudadano?