Qué poco cuesta hacer felices a las personas y cuánto buscamos nuestra propia felicidad. Nos perdemos en mil y una cuestiones, pero el camino sigue estando ahí a cada instante aunque nos perdamos entre la oscuridad de esos vacíos que a veces sentimos, como si entre las laderas y campos abiertos nos perdiésemos en los bosques buscando salidas. Perdemos nuestra conexión, formamos un mundo, todo un universo a nuestro entorno; nuestro propio reflejo se pierde, y aunque todo nos habla permanecemos inmóviles; esperamos milagros y nuestra mente es como una máquina que gira sin parar. Buscamos, gemimos, lloramos, nos sentimos resentidos de nuestras soledades, sufrimientos, enfermedades...