Los conventos femeninos eran fundaciones privadas de nobleza o reyes, clero y alta burguesía a las que unían la oración y alabanza a Dios, el trabajo y el cuidado de las capillas así como el enterramiento de sus patronos. Pero eran también lugares donde se desarrollaba una intensa vida material, centros económicos desde los que las mujeres administraban importantes posesiones. Pilar Corella describe l avida de nueve conventos de la Comunidad de Madrid, el único espacio en el que, durante siglos, pudieron gobernar las mujeres su vida al margen de influencias masculinas.