Casi todos los días me embarga la tristeza de no saber romper con este hechizo de la inmovilidad -ser es estar encadenado-, y quisiera ser libre para poder caer, como lo hacen las piedras, sobre el agua de un lago. Unas ondas efímeras y luego reposar en el fondo, callarme junto a todas las piedras que supieron huir del aire y de la tierra.