La manta, la sábana....todo estaba destrozado. Rasgado, hecho trizas, hecho polvo. Me acerqué al espejo, gruñendo inquieto. El aire producía sonidos roncos a través de mi boca. Y aún si más horror. Un pelaje corto y negro me cubría la nuca y el espalda. Era monstruoso. Era repugnable.