Huyendo de la deshumanización de la ciudad, Legna decide trasladarse a una pequeña localidad donde los vecinos aún se conocen unos a otros, se saludan por la calle y se ayudan mutuamente. Un día, mientras da su habitual paseo para relajarse antes de viajar, por motivos de trabajo, a la ciudad, tendrá una experiencia sobrecogedora: de pronto se ve rodeada de una multitud de personas de diferentes épocas. A partir de esa revelación, Legna entenderá que el tiempo no existe, o más bien que, como el círculo del amor, no tiene comienzo ni fin. En consecuencia, los muertos conviven con los vivos, nadie se va a ninguna parte. No los vemos. Ya no existen como nosotros, pero siguen estando...