Sin remedio, mi manera de asomarme a la vida con los fuertes golpes que nos machacan en ocasiones es escribir mientras el dolor se hace costra a base de versos incrustados en papel. Mis poemas siempre se quedan al borde del abismo y buscan que alguien los lea para regresar a la vida, poder salvarse y resurgir de nuevo como el Ave Fénix, apodo que me puso mi padre cuando era testigo de mis momentos más oscuros y desesperanzados.