Los grandes poetas suelen ser poetas de transición. A veces, apegados sin escapatoria a una tradición imponente, el talento les fuerza a abrir puertas que ni siquiera ven, cultura. Estos vale para Jordi de Sant Jordi, que en cierto modo fue el último de los trovadores y que, por los requisitos que él mismo contribuyó a crear, introdujo detalles de una lengua que ya no meta la de los provenzales y proyectó destellos de una nueva sensibilidad, usando forma y ritmos innovadores, sofisticando el discurso amoroso con resonancias del dolce stil novo y de Petrarca o confesándonos su torpe aliño indumentario de enamorado sin remedio. De la traducción de su obra, variada y compleja a pesar de su brevedad, se ha ocupado el poeta Jose Maria Mico, autor de libros como La espera, Verdades y milongas o La sangre de los fósiles y traductor de otros grandes poetas antiguos como Ausiás March y Ludovico Ariosto: por su versión del Orlando furioso ha recibido en España en Premio Nacional a la Mejor Traducción , y en Italia el Premio Internacional Diego Valeri y uno de los Premi Nazionali per la Traduzione .