La prosa la pongo yo. Dicho título recoge las palabras que se repite mentalmente uno de los personajes albergados en las páginas subyacentes cuando otro le señala de manera imperativa: “La prosa la pones tú.” Pretende el autor, con este comentario, disuadir a sus potenciales lectores de que lo consideren un gilipollas, por engreído y pomposo. Tal es el pensamiento que se le suscitaría a él mismo si el título en cuestión lo cogiera de nuevas.