Cuando Jesús de Nazaret nos enseñó el Padrenuestro, nos enseñó también a huir de la profusión y abundancia de palabras. Durante la peregrinación que he realizado con mi mujer a Israel, he procurado recopilar en pocas palabras mis impresiones, con cierto afán por conservar el aura espontánea y genuina con que las iba experimentando. EL resultado son estos breves poemitas (llamados “haiku” en japonés) y la concisa prosa que los introduce y ambienta. Sugerir diciendo y decir sugiriendo ha sido mi constante cuidado mientras elaboraba estas páginas. A unos meses de distancia del viaje, se me viene a la mente –como síntesis evocadora- esta bella frase del Evangelio de San Mateo, referente a los mejores amigos de Jesús, tras haber presenciado en el monte Tabor la misteriosa Transfiguración del Maestro: “Alzando los ojos, no vieron a nadie, sino sólo a Jesús.”