El medio geográfico y social parece determinar de modo decisivo el ser y el existir de sus criaturas; el destino parece jugar con esos personajes, pobres lugareños aferrados al terruño, vivos y elementales, que defienden rabiosamente su libertad y constituyen un retablo de cruda y palpitante humanidad. Entre ellos surge poderosamente la figura del Ratero, y sobre todo la del Nini, niño que vive sufriendo e intenta rebelarse contra la sordidez que le rodea; pero su rebeldía es callada, dulce, y le levanta a la altura de símbolo: símbolo del candor contra la astucia, de la modestia contra la vanidad, en definitiva, del bien contra el mal.