En su azaroso peregrinar, Gulliver tropieza con los aguerridos y minúsculos liliputienses, con unos pacíficos gigantones, incrédulos con los relatos de Gulliver sobre la guerra y la miseria, y con unos mandamases absortos en interminables reflexiones teóricas que no se plasman nunca en la realidad. Finalmente, Gulliver llega al mayor lodazal humano: su propio país. Como todos los grandes clásicos, Los viajes de Gulliver permite múltiples lecturas; a menudo relegado a cuento infantil, la obra de Swift esconde una feroz sátira sobre el género humano.