A los pies del Peñón de Gibraltar se extiende un istmo arenoso, bañado al Este por el Mar Mediterráneo y las aguas de la Bahía al Oeste, que se alternan en acariciar los vientos de Levante y Poniente, sobre el que se expande La Línea de la Concepción, municipio que surge a raíz de la histórica ocupación de 1704, y crece a merced de los distintos avatares decisiones políticas que se adoptan sobre el estratégico enclave, con las consiguientes repercusiones económicas. Las carencias existentes en la década de los sesenta, en la que se sitúa el relato, no impiden a los linenses disfrutar de los atractivos que les ofrece la vida y, con esa alegría natural que les caracteriza, participar intensamente de sus fiestas populares. El cierre de la frontera acontecido en 1969 supuso un duro golpe par La Línea. Dejó sin trabajo a un elevado tanto por ciento de la población cuya economía dependía de Gibraltar de forma directa o indirecta. Fueron más de veinte mil personas las que se vieron obligadas a abandonar su pueblo a principios de los años setenta, emigrando a distintos puntos de España y del extranjero.