La poesía es un género minoritario. Un recital con diez asistentes equivale a un éxito; aún más si dos o tres sillas las ocupan desconocidos del poeta. Una editorial que se centre en la poesía es deficitaria; seguro que la mantiene la colección de narrativa, o un empresario que blanquee dinero, o una inteligente estrategia en la petición de subvenciones.