Coria en el año del señor 1555 y Tomás se aproximaba a Cáceres con el lento caminar que imprimían las bueyes al carro. Llevaba una carga pesada, diez hermosas piedras de cantería que su padre enviaba a la casa palacio del deán. Las piedras serían labradas para acometer una pequeña reforma del claustro de Don Diego Corominas, deán de la Catedral de Coria y heredero de un marquesado cacereño, el del Encinar. Su palacio distaba dos calles de la hermosa Iglesia de Santa María y estaba también cercano al palacio del obispo, no tan lujoso y acondicionado como el que tenía en su sede de Coria, pero bien fortificado y que cumplía su función de segunda residencia y despacho para todo lo concerniente a la diócesis en la ciudad. Un relato de aventura en la Extremadura del siglo XVI, el reino de Portugal y sus colonias americanas.