En una nueva versión sobre el exotismo, César Aira nos instala en ese clásico laboratorio de la ficción que es una isla. Una isla en la que la vida se reparte entre el mar nutricio y la fuente de agua dulce. Con perspectiva etnográfica la equivalencia y la traducción ?el pasaje entre las culturas, entre las familias, los hombres, las conversaciones? son el marco en que una lengua nueva discurre entre la incomunícabilidad y la comunicación. Entre la dialéctica irracional de los trópicos y la ocurrencia de la razón la novela inventa su utopía: construir un canal que comunique las aguas, de la fuente a la costa, y endulzar el agua del mar para hacer de los días de sol, de la vida, una sola embriaguez irradiante.