Wilhelm Genazino ha creado un universo particular con la presencia de una literatura de la vida cotidiana marcada por la observación de lo que acontece alrededor. Para ello se ha sumergido en un lenguaje original donde las reflexiones se equilibran con las descripciones del mundo observado. En Mujeres cantando suavemente, el escritor, con su manera de ver las cosas, va de un sitio a otro y congela la realidad en recuerdos imborrables como si la vida se desintegrara en trozos que nos hablan de nosotros, siendo el más verdadero aquel que se mantiene más tiempo. Cada vida revela un saber privado que está reservado al que vive en cada ocasión. El solitario narrador ante el mundo escribe lo que piensa pero no puede decir a la gente. Las cosas simples, lo que se ve, y las complejas, lo que parece que hay detrás, se descubren así en la singularidad del tiempo que pasa. Desgraciadamente porque todo sucede demasiado rápido como para abandonar el lugar o el destino, el escritor y el lector ven la vida como se mira a las últimas imágenes de una película donde la búsqueda de acontecimientos insignificantes se mezcla con la memoria reciente. La ciudad con sus transeúntes, el recuerdo bajo la apariencia de literatura y la memoria de Paul Celan comparten estas páginas donde el sonido de fondo son esas voces que mantienen las palabras en vilo porque la escritura es aquí un préstamo de lo que se ve y un pacto secreto con lo que sucede alrededor.