La visión del mundo que está en el fondo de Alisios , una obra de estricta vocación estética, responde a lo que Nietzsche propuso como “el sentido de la tierra” y descubre la idea de que no necesitamos un dios ni una promesa ultraterrena para vivir, e incluso gozar de la vida, de un modo enteramente afirmativo. Pero como la poesía, tal como lo advirtió Mallarmé , se hace con palabras, y no con ideas ni sentimientos ni sensaciones, en Alisios el poeta habita la memoria y el paso del tiempo mediante las palabras que se escuchan ante el silencio. La inmensidad del mundo se enfrenta a la infinitud de los poemas que intentan plasmar lo real, lo que siempre se escapa de las manos. La palabra, testamento de la existencia del mundo, se aferra a un paisaje pleno de sentidos con una realidad filosófica paralela, porque el poeta no puede desligar su creación de la vida, si persiste el vacío del hombre moderno. De la misma manera que “arde el ser dentro de uno, arde fuera de uno”, escribe Josu Landa .