No tenía cancelas aquella casa del jardín ni aquella cuerda que de la luz colgaba ni aquella sombra que le unía a la memoria cuando aquel niño dormía y soñando era la palabra que jugaba en un rincón con la maleza y con las hojas secas y con las hormigas que corrían y apresuradas arrastraban sus mercancías que iban y venían y entre ellas conversaban y entre las ramas secas por un agujero se perdían y así aquel niño con las palabras que se le ocurrían unas tras de las otras convertía en guijarros y levantaba torres y paredes y páginas que los sueños sin él quererlo construía y eran palotes y eran letras que por la noche mientras dormía sonaban y con los años seguían y con los años cantaban y con los años eran libros que los ojos de otras sombras a escondidas leían y no tenía cancelas ni muros aquella casa y sólo una cuerda donde la luz se colgaba.