Jóvenes que empiezan a dejar de serlo perdidos en Koundara, en el corazón de África, en una ciudad sin luz eléctrica; o en Upton Park, en los suburbios de Londres, donde un español de La Mancha no es más que otra minoría étnica; o esperando que les asalten, cualquier sábado por la noche, al acabar su jornada laboral en el solitario polígono de Boadilla del Monte, próximo a Madrid. Jóvenes que tal vez estén a punto de perder sus trabajos de maestros, de vendedores de casas, de administrativos; o de darse cuenta de que aquello que estudiaron en la universidad nunca se va a convertir en su profesión. Jóvenes que se evaden de sus trabajos alienantes organizando viajes exóticos. Jóvenes sin casas, sin hijos, sin tiempo.