Por los juzgados y tribunales desfila cada día, generalmente no de buen grado, una variopinta legión de personas que -on sus temores a cuestas, algunas también con su desenfado- dan lugar muchas veces a episodios que, pese a la sobriedad o a la solemnidad del marco, resultan de una irresistible jocosidad. No es raro que los profesionales del Derecho también se erijan, en ocasiones, en protagonistas de lances divertidos.