Galicia lo tiene casi todo, tanto en el plano monumental y artÃstico como en el geográfico y paisajÃstico, pasando de la costa a los fértiles valles y las viejas montañas, desde el colorismo de sus mil fiestas y ancestrales tradiciones hasta el moderno dinamismo de sus ciudades, de una gastronomÃa con productos de altÃsima calidad a un carácter humano algo desconfiado e individualista pero muy hospitalario y amable.Como las reliquias causan furor, aquà se desempolva el mausoleo de Santiago el Mayor, y es tanto el éxito de la peregrinación hacia su tumba, que el paÃs se convierte en el primer destino de los europeos. Y por si no llega la promoción del boca a boca, el genio galaico inventa la guÃa turÃstica. De hecho, el libro V del Códice Calixtino, que encamina a los peregrinos a Compostela, es considerado como el primer manual práctico europeo para viajeros.La oferta de sol y playa ha ganado la partida cuantitativa a la verde Galicia. Sin embargo, el viejo imán vuelve a congregar a un turismo cultural, nunca masivo, que busca algo más que tostarse al sol, bailar y beber cerveza (aunque esto, también puede hacerse aquÃ). Junto a él convive el veraneante familiar, recurrente, y se desea atraer al viajero curioso que se pierda por el territorio más allá de los clásicos perÃodos vacacionales. Los que acepten el reto tendrán brisa fresquita cuando los pájaros se achicharran en otras latitudes, mar en vez de sopa, una impensable densidad de historia, arte, tradiciones y festejos, amabilidad a raudales y una despensa que, por su calidad y variedad, no tiene parangón en el continente.