Ruy Nieves tiene cuarenta y cinco años, no espera nada y probablemente tampoco se considere nada. En un tiempo fue físico, publicó libros, y alcanzó renombre en los inicios de una carrera que se presumía fulgurante. De pronto, y sin causas claras, todo se apagó. Y con ello se apagó su memoria, quizá sus deseos y, con toda seguridad, cualquier destino. Ahora trabaja temporalmente en lo que le ofrecen, desde traducciones a vendedor de robots de cocina, pasando por liquidador de empresas. No parece importarle, como tampoco le importa -al menos hasta el punto de confesarlo- vivir de alquiler en un piso que comparte con inquilinos transeúntes o ser desde hace años el amante de una mujer casada que nunca dejará a su marido por él. Un asesor financiero al que conoce le ofrece liquidar una empresa editorial en quiebra, domiciliada en A Coruña. En principio, es un trabajo sin demasiadas complicaciones técnicas. Pero lo que parece sencillo en ese aspecto resulta enrevesado a la hora de ponerlo en práctica. La empresa no es una empresa cualquiera, ni se rige por lo previsible, y sus socios y empleados tampoco van a facilitar la tarea. Una galería de personajes desfilan como otras tantas incógnitas a lo largo de la narración y pondrán a prueba no sólo el talento del liquidador, sino su propia vida.