Al autor de este cuaderno, nacido en Barcelona en 1965 y profesor de universidad desde hace veinte años, le llegará un día u otro la hora de la melancolía. Mientras tanto, se protege contra ella proponiendo una diatriba en ocasiones sarcástica contra quienes leen en clave sistemáticamente depresiva las transformaciones del presente. Pero ni la cultura humanística está en bancarrota, ni la literatura europea ha perdido el norte, ni las condiciones de posibilidad de una alta cultura han empeorado desde que nos ahogamos en Internet, nos movemos en AVE, hablamos a voces por los móviles o leemos periódicos digitales con un ojo mientras tuiteamos con el otro. Por eso es un panfleto: porque, a pesar de las razones para la inquietud, al autor le estimula la alegría de la pluralidad y la multiplicación, y encuentra muchas más razones para la fecundidad futura, sin que vea en el horizonte nubarrones de indigencia más oscuros de lo habitual. Lo que sí ve son motivaciones superficiales para el desconcierto intelectual e incluso alguna falsa protesta de empobrecimiento dictada por el resentimiento o la perplejidad.