¿Ha muerto el Parlamento? Si las Asambleas Legislativas fueron concebidas como una máquina perfecta, un exacto reloj, su sentido deja de existir desde el momento en que pierden sus engranajes; las alternativas ideológicas. El pensamiento único, resultado de la mediocre igualdad de la sociedad de masas, conduce a un mundo feliz en el que el debate se convierte en una anomalía de enfermos que todavía se atreven a filosofar.