Sevilla, marzo de 1810. Las tropas francesas acaban de tomar la ciudad, que se ha rendido a los intrusos sin oponer la menor resistencia. A oídos del mariscal Soult, auténtico dueño de la capital y amante de las obras de arte, llega la noticia de la existencia de un cuadro desconocido de Murillo, por lo que pondrá a sus hombres a la búsqueda inmediata de esa pintura, que se convertirá en una auténtica obsesión para él. Mientras tanto, Teresa, una joven sevillana de catorce años de edad, desarrolla un don único que mantiene en secreto, ya que posee la capacidad de ver a los aparecidos. Tras vivir una serie de sucesos inexplicables, la muchacha trabajará para la condesa de L., una noble viuda que solicitará su ayuda desesperadamente, pues en su casa, tanto sus tres hijos como ella misma, son víctimas de unos fenómenos horrendos. González-Barba nos adentra en una España oscura donde nada es lo que parece