El autor denuncia con contundencia los dos nacionalismos que, inmersos en su pugna permanente en Navarra, se muestran incapaces de crear una identidad unificadora. Unos desprecian el euskera y la cultura que se expresa en esa lengua, mientras otros no han aprendido aún que lo vasco no es sino una parte integrante de lo navarro. Navarra representa el más estrepitoso error del nacionalismo vasco, pero también una de las claves que han de conducir a la solución del conflicto vasco. A juicio del autor, no se trata de que uno de los dos nacionalismos se imponga sobre el otro, sino de crear una nueva comunidad capaz de acoger todos los sentimientos nacionales.