Decía Hoffmann que la música abre al hombre un imperio desconocido, que no tiene nada que ver con el mundo sensible que nos rodea. De ahí su continua dedicación a esta arte y su preocupación por sobresalir en ella, aunque el reconocimiento como músico no le llegará hasta 1816 con el estreno de la ópera Ondina, cuando ya había triunfado como narrador. No obstante, la crítica generalizada suele considerarlo un mediocre músico y un genial narrador.