Ramon Trobat ha sido tildado como una figura representativa del movimiento profrancés y, a pesar de todo, tiene poco que ver con los catalanes afines a Francia tras la Guerra dels Segadors. No hay ningún otro político catalán de sus características. Sus semejanzas se circunscriben solo al hecho de su «exilio» al norte de Cataluña, bajo la dominación de Francia, a su vínculo con el rey de Francia ante un imposible retorno al Principado. La exclusión del perdón general del rey Felipe IV a partir de 1652 le situó en una posición de obsesiva filiación francesa por conservar el patrimonio familiar. El estudio de Ramon Trobat es el de todo un país, el de toda una generación que evoca un posible camino de Cataluña al margen de España, pero es también el del declive de una élite, simbolizado por el tratado de los Pirineos (1659) y la anexión del Rossellón a Francia. La defensa de Francia puede ser interpretada a finales del siglo XVII como la de la formación de la nación catalana, ligada a la modernidad. Trobat, convertido en intendente de la Francia de Luis XIV, pasa a ser el vínculo entre 1640 y el final del siglo XVII, entre la alianza y el rechazo absoluto de Cataluña con respecto a Francia. Trobat llega a ser uno de los catalanes con más influencia en una de las monarquías más poderosas de Europa, un hecho que no puede ser omitido por la historiografía, ya que es imprescindible para entender la evolución del pensamiento político catalán a las puertas de la Guerra de Sucesión.