Hoy en día la visión de un globo o un zepelín surcando los cielos nos trae recuerdos evocadores de épocas pasadas, aunque no muchos conocen que los orígenes de estos aparatos que, al menos en su fisonomía no han evolucionado mucho, abrieron el camino para la conquista del cielo a los primeros aeronautas de la Humanidad, allá por 1783, cuando los hermanos Montgolfier consiguieron elevar un globo de aire caliente en Annonay (Francia). Poco tiempo después se consiguió poder dirigir estas aeronaves por el rumbo requerido, y nació así el dirigible que permitió realizar travesías y convertirse durante un tiempo en un medio de transporte para pasajeros, en sus barquillas lujosamente provistas de todo tipo de atenciones para estos privilegiados viajeros, hasta que la terrible tragedia del Hindenburg interrumpió durante bastante tiempo futuros desarrollos de estas aeronaves.