El mundo tiene ahora otro Odiseo. No en el Egeo; no en Dublin transcurren sus peripecias. No es griego. No es el Bloom irlandés. Es argentino. Y se llama, en realidad, Cordero. Cordero, el paródico . Navega de mar-gen a mar-gen las páginas de una revista (cultural) a bordo de un bolígrafo con su capuchón: por el resquicio que le ofrecen los blancos, entre renglón y renglón tipográficos. O más bien: nos cuenta, en espíritu, desde el ultramundo, cómo lo hizo: sorteando fotos, grandes y pequeños titulares. Realidad y delirio; delirio y realidad, con Odiseo confinado Leónidas Lamborguini nos da una obra que se quiere totalizadora, donde la fuerza de lo cómico que alienta en cada página, se vale de la parodia como ideal de belleza de nuestra época y como su caricatura; como heraldo contra lo serio y, a la vez, como anunciadora de lo trágico: de lo verdaderamente trágico.