La publicación de El arte de la fuga en 1996 produjo una suerte de terremoto en los medios literarios de México: de pronto estaba en las librerías un volumen excéntrico, experimental y complejo a más no poder, que además se vendía con la docilidad de una novela de aventuras (nadie que haya asistido a la Feria de Guadalajara de aquel año podrá olvidar el pasmo y hasta la angustia con que los editores observaban la velocidad a la que se agotaban las torres de ejemplares que salían todos los días a la venta). A partir de entonces, Sergio Pitol , el escritor más raro y cosmopolita de una generación de raros cosmopolitas -la de la Casa del lago- dejó las sombras encantadas de la literatura de culto para transformarse en el autor insignia de un país en fervorosa transición a modelos de vida más dúctiles y abiertos. El tiempo terminará por decirlo, pero muy probablemente El arte de la fuga haya sido el libro de toque para un país que empezaba a reconocerse en definiciones y dilemas distintos a los que había frecuentado durante la mayor parte del siglo XX. ¿En qué consiste su misteriosa e inesperada fortuna? Casi diez años y un libro similar más tarde - El viaje- se puede empezar a afirmar que el gran acierto del novelista fue violentar los géneros literarios hasta el límite de la indefinición: volver a poner en la mesa tópicos fundamentales, como el de la verosimilitud o el de la ética narrativa, mediante escritos que están demasiado bien calibrados para no ser imaginarios y que al mismo tiempo remiten con demasiada transparencia a la realidad como para ser invenciones. Y, como siempre, una prosa inteligente y versátil que muestra y oculta sin sacrificio de la sensualidad y que es tan refinada en su ironía que termina desatando el mecanismo de la risa a larga distancia. En este volumen que incluye las ediciones revisadas de El arte de la fuga y El viaje , el FCE recupera una versión reescrita ?aunque fiel a la original? del libro perdido de Pitol : Autobiografía precoz que, desde 1967 era imposible conseguir.
